_

_

20150503

Princich, Federico (1960)


Poeta, ensayista y narrador nacido en la localidad de Gran Guardia. Recibió premios provinciales y reconocimientos legislativos. Es coordinador del Taller de Iniciación Literaria en la Asociación Italiana de Formosa.
Es Analista en Sistemas (Universidad Argentina John F. Kennedy).

Fuente: Cronicasgranguardinas.blogspot.com

Obras:

  • La Gran Guardia General Paz (Ensayo, 2010)
  • Crónicas Granguardinas (2014)

En blog:

Premios y reconocimientos:

  • Premio en Concurso de Cuentos "Décimo Aniversario" (Banco de Formosa - Editorial Gualamba, 2006), por el relato "Sombrero Blanco".
  • Declarada de interés legislativo por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Formosa, (Resolución Legislativa Nro 2094/10) la edición del libro La Gran Guardia General Paz.
  • 1° Premio, Concurso "Aniversario de la Provincializacion de Formosa" (Subsecretaria de Cultura de la Provincia de Formosa, 2012), por el relato "El Alambrado"
  • Mención especial, en el mismo certamen, con el cuento "La Asamblea".
  • 1° Premio, Concurso "Nuestro pueblo tiene Historias" (Dirección de Cultura, Municipalidad de Formosa, Dia del Inmigrante, 2013) con el relato "Don Carlos".
  • 3° Premio, Concurso "Premio Fundación" (Subsecretaria de Cultura de la Provincia de Formosa, 2014) con el relato "Ñacanac".




Del dolor a la Guardiana

El dolor tejió su tela de araña y congeló su sangre
Y en mi sangre, cristalizó una lágrima
y ayuno de tolerancias, plantó batallas necias
de orgullo y de distancia

Un poncho que alguna vez tuvo color de olvido
me acaloró el recuerdo,
y un rancho con olor de tiempo y lilas,
estremeció la alquimia del retorno,
que saludó alegre un ronronoso picaflor,
robando el néctar de mis limas.

Me vi sólo, sobrecogido, callado,
ante el tiritar misterioso de los montes,
con sus cejas pobladas de lapachos
y formidables bostezos de picadas.

Y frente al sol del oeste,
herrumbrando los contornos
y el tero botón que me saturó de gritos,
y los siriríes canturreando en lo alto
la vuelta al dormidero, se completó el esbozo

Y en la entre luz avara del ocaso,
empecinado en robarle un segundo mas,
a la noche y sus luciérnagas,
la pulsión unánime del regreso
me lleno de sueños nuevos,
y decidí anidar en su regazo .

Una casa de barro, elemental y remozada,
cobró súbita fuerza
y su imagen poderosa de guitarra
fue maestra de una escuela de silencios,
y patíbulo de viejos prejuicios,
y cuna y prosapia de libertades sanas

Y con arrullo de siestas de zorzales cantarines
y conciertos matinales en solo de charatas,
escuchando el eco remoto
de las balas citadinas,
me vi buscando mi mejor poema.
mi canto de alabanzas.

Ese que no he escrito nunca,
el que no escribiré jamás,
Esa búsqueda, esa meta,
ese horizonte y mas allá
Porque la vida es río,
es agua que llega, pasa y se va,
porque el placer esta en la marcha
En el pináculo solo hay frío y soledad

Y fue entonces aquel sueño,
en el que sin apegos y sin temores,
millonario en tiempo, tributado en paz
llegó a mi sin que lo llame,
el momento de arrullar la yunta,
de cobijar su eternidad.

Y desde el sabor de miel silvestre,
jaleas, pan casero y tatacuá
nacer de nuevo cada día, cada mañana,
todos los días,
por la suma de los días,
toda la vida,en la paz sutil y diáfana de un hogar,
La paz de la Guardiana, la guardiana de mi paz.

Informe sobre Licantropía [fragmento]

Cuando Perrault escribió Caperucita Roja - hace ya mas de trescientos años- quizá ni sospechaba que su peludo protagonista sería uno de los personajes de terror más difundido de todos los tiempos, o tal vez si, y lo usó justamente por eso. Después, gracias a Bram Stoker, Mary Shelley y Robert Louis Stevensson, le salieron sangrientos competidores, - Drácula, Frankenstein y el Doctor Jekyll -, pero el hombre lobo los derrotó por afano y hoy sigue siendo el ser mitológico que desde el fondo de los tiempos encarna los temores mas profundos del hombre, esos que guarda su memoria de especie, grabada atávicamente en el núcleo reptil del cerebro y que se perpetúan al calor de las leyendas y de las tradiciones que se transmiten en forma oral de generación en generación.
Porque hay que decirlo sin eufemismos: Nadie le cuenta a sus párvulos cuentos de vampiros, cadáveres recauchutados o médicos trastornados. Estos personajes no son mas que frutos de la intelectualización literaria de algunos de los temores humanos y se sustentan fundamentalmente en sus novelas. Sin ellas serían casi nada, mientras que el Lobisón, sin otros escritos que algunos cuentos mas o menos leíbles, viene siendo el símbolo universal del miedo del hombre frente a lo mas cruel de la naturaleza, es decir la muerte, la oscuridad, lo desconocido y a partir de allí es que el mito pertenece a la más poderosa memoria fantástica del colectivo humano. Su terrible tragedia constituye la esencia de la eterna lucha entre el bien y el mal.
Nada cuesta razonar que en su figura toman cuerpo muchos temores inconscientes colectivos sublimados a partir de una amenaza real. Es muy sintomático que las leyendas sobre licantropía hayan proliferado en ámbitos rurales de economía pastoril en los que los ataques de lobos eran frecuentes, como la Europa Medieval, donde era el mayor carnívoro y el predador más peligroso, en honor a sus características mas notables: crueldad desmedida, ferocidad bestial y hambre insaciable.
Ambrosetti asegura que fuera del alcance de las ciencia o de la idea de un dios superior, no hay una forma mejor de explicar los caprichos de la naturaleza que humanizar a sus criaturas más peligrosas y dañinas, ya que humanizar supone conferir capacidad moral al animal, es decir, el animal hace el mal porque es malvado y solo puede ser malvado si es humano, por que solo el hombre se guía por un código ético y es capaz, por tanto, de transgredirlo.
Lo sustancial del mito descansa en tres elementos: maldición, metamorfosis y terror. Un hombre lobo es esencialmente un ser humano maldito, de apariencia normal durante el día, que de noche se transforma en lobo adquiriendo las habilidades y características propias del animal, que como se sabe no son muy hospitalarias.
A partir de allí cada cultura le fue aportado lo suyo, de acuerdo a sus entornos ambientales, a sus miedos y a sus propias vivencias y conveniencias...hasta que llegó Hollywood. De allí en mas las versiones conocidas derivan del estereotipo y de las convenciones creadas por los guionistas cinematográficos
Hay que comenzar por el principio.
Los griegos, que parecen ser los que tienen la patente de invención, explican así su origen: Lycaón, rey de Acadia, se atrevió a poner a prueba la omnisciencia de Júpiter, Dios de los mas bravos, sirviéndole un plato preparado con carne humana. El convidado reconoció los ingredientes del platillo y procedió en consecuencia: Castigó a Licaón transformándole en un lobo. 

Monumentos

Festejar el día del escritor escribiendo me pareció una desmesura. De yapa, día de San Antonio, que, como el año pasado lo puse de cabeza, en éste me castigó: La que consiguió novio fue mi novia. Me plantó y se fue. Dispuesto a cambiar mi suerte, me puse los timbos de caminar y arremetí. Nunca más acertado aquello de “Al mal tiempo, buena cara”.
Acá podría ponerme poco exigente conmigo y decir, por ejemplo, para darle un toque dramático que siempre - inevitablemente - queda melangoso y cursi, pero que queremos usar para enfatizar el momento, decir por ejemplo: Una lánguida y depresiva llovizna lastimaba mis pasos sin rumbos la noche aquella, en que la fatalidad golpeo mi alma y las borrosas siluetas de los arboles de la plaza apenas sospechados desde el abismo destacaban la soledad con la que arrastraba los pasos en medio de aquel desierto de hojas y sombras, pero en realidad lo que quiero decir es que salí a caminar y lloviznaba. ¿Para qué hacerlos sufrir? Lo único que falta es que ponga “pertinaz llovizna”.
Ustedes ya lo saben. Tengo un anclaje con los monumentos de Formosa. Además de odiar cordialmente los monumentos y arruinarlos en cada oportunidad que se presente, los formoseños tenemos un escaso sentido del ridículo y le hemos hecho monumentos a cualquier verdura.
Veamos.
Dentro de la plaza, por ahí por la zona del Cristinosaurio, 9 de Julio y España, hay un corto pasaje, con nombre pomposo: Allí un cartel chapa anuncia en señaleras letras azules el pretensioso Paseo de las Esculturas, nombre que le puso el arquitecto Bruscoli, el diseñador de la actual configuración de la plaza a un sendero sin rumbo ni dirección definida, de no más que unos veinte o treinta metros, bien pavimentado de hormigón lavado y rodeado de unos monolitos sin identificación de clase alguna, de modo que los adefesios que se exponen allí bien podría tratarse de una pieza original del Tinga Deolas o de Nery Rumich o simplemente los delirios esquizoides de algún albañil mamerto. Hay uno de demasiadas reminiscencias fálicas, con el que mis amigas de caminatas suelen chichonear, aunque hay otros que ven en él, la silueta de un honguito; incluso recuerdo que un nene de mente generosa y mucha TV se atrevió a ver en él la casa de Papá Pitufo, sólo que le faltaba el color azul. En fin, sin poder resolver el poderoso misterio que encierra aquel rincón de la ciudad, enderece mis pasos hacia el mas importante monumento de la ciudad.
Si.
El de Don José…
Ya hable de él en otra crónica.
Quedó claro ya, que da la espalda al oeste y huye de la cordillera no por cobarde, sino porque el intendente de la ciudad cuando se emplazo el monumento en 1912, era nacido en Yapeyú, igual que el General, y entonces lo hizo poner señalando con el dedo el lugar donde Doña Gregoria lo parió, detalle pavote y de dudosa credibilidad, pero que al menos salda una deuda con alguna justificación. Se imaginan si hubiera nacido, que se yo, en Tapalqué. Ahí ya hubiese sido más dificultoso encontrar razones sólidas o al menos coloridas con que tapar el despropósito. Ni vale la pena detenerse demasiado en aquello que con buen criterio me señalaba una vez mi amiga Marlene, respecto del caballo rampante que monta el ilustrísimo Padre de la Patria, ya que el jinete no murió en batalla, sino de viejo, exiliado en Francia, disfrutando de una pensión inglesa.
Tampoco vale la pena hablar del otro general que esta enfrente
No obstante me acerque en tren de observador. Vi que lo están remozando, poniendo luces nuevas, lo pintarán de dorado seguramente y esas cosas, capaz para el 17 de Octubre, que como es año electoral, va a venir medio de agenda llena. Estaba en esas cavilaciones cuando vi que se me acercaban dos sujetos con caras de pocos amigos. Rápido de reflejo le pedí fuego a uno de ellos, pero ya era tarde: Se trataba de mis viejos conocidos lúmpenes de La Campora, que ahora custodian los monumentos del ceremonial peronista, para que nadie los vandalice y los muy cabrones me reconocieron.
Hace más de un año que no saben nada de mí, pero tienen buena memoria los hijos de su pinche madre. Resolví mi falta de cigarrillos con un : “Ah… pero cierto que deje de fumar” y me fui del lugar caminando rapidito, casi trotando y mirando de reojo a retaguardia, como es de manual en estos casos. Por las dudas
Llegué pronto a la vieja calle Tucumán, hoy Eva Perón, esquina con 25 de Mayo y allí me di cuenta de dos detalles interesantes. El busto preside su calle y el otro es que La Eva le da la espaldas Al Juan, no sé si porque están peleados o nomas porque es políticamente correcto. Crucé la calle y exactamente frente a Ella, aquella, no ésta de ahora, con el rostro adusto, perfectamente feo y asimilable a una de asco, está la efigie de uno de esos generalotes de la Conquista del Desierto, un tal Francisco Bosch, que no se muy bien que tendrá que ver con Formosa, pero ahí está el cabrón. Inmediatamente recordé que en San Martin de los Andes tambien hay un monumento de este sujeto. Se me ocurrió pensar que la cara fea es porque los monumentos de ambos próceres del peronato le impiden mirar la ecuestre figura de la plaza central, pero acaso son solo ideas mías.
No le pregunte nada a los cuidamonumentos.
Por las dudas.
No sea cosa que lo reemplacen por uno de Él.
Seguí mis pasos y al llegar a la calle Mitre me encontré con el busto de, … bueno.. si.. éste también está bien con la calle que hace cruz con la avenida…
Don Bartolo.
Mitre, además de representar todo lo más odiado por el peronismo, fue el inventor de la historia de la Argentina aluvial, el escriba de la generación liberal de los ochenta, mil ocho ochenta, aclarémoslo por las dudas. El inventor de la historia heroica de San Martin, de la frase de Cabral (Quien carajos muere contento), de lo del caballo blanco y de aquello que San Martin se fue por renunciamiento. Otro de los bolazos típicamente argentino. Parece que para entrar a la historia hay que renunciar a algo.
El viejo José se rajó por miedo a que lo maten los logistas rivadavianos que no le perdonaban que los volteara en la revuelta del 8 de Octubre del año 13 cuando defenestró al Primer Triunvirato
En fin, Mitre, otro general alérgico a las balas, que jamás ganó una batalla.
Lo mire un largo rato mientras repasaba historia con Pacho O´Donnell y llegue a la conclusión que está allí, dando la espalda un poco para restarle importancia al matrimonio y otro para no mirar las macanas que se mandó. Trató de desmentirme, como a todo leguleyo, no le hice caso. Además los monumentos no hablan sino con otro monumento y yo todavía no tengo el mío.
Seguí mi camino mientras pensaba como era el busto del Padre Patiño, que a juzgar por los antecedentes, debía presidir el cruce de la siguiente calle. Grande fue mi sorpresa. Sobre la mentada calle estaba el de Alberdi. Si. El Juan Bautista. El de “gobernar es poblar”, al que en realidad tomaron en serio los paraguayos, ya que la antigua población de Villa Franca, se llama hoy Alberdi, y es nuestro querido y popular shoping de pacotilla y contrabando, con sucursales sobre la calle San Martin que tantas veces no ha salvado las pilchas.
Boludeando estaba embelesado con la historia que no me di cuenta que la lluvia había juntado agua sobre el pavimento, que no tome los recaudos necesarios para alejarme de los charcos y que si uno se queda como un papanatas mirando güevadas, los autos lo van a salpicar, cosa que puntualmente hizo una poderosa cuatro por cuatro de la que no alcance a ver otra cosa que la estela blanca de agua que iba dejando a su raudo paso.
Mojado, mas que mojado, sucio, mas que sucio, cansado, conté mentalmente cuantas cuadras me faltaban para llegar al mástil, decidí que daba para otra crónica y entonces puteando al que me empapó me volví para las casas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario