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20150531

Prieto, Flora Mabel (.)

Periodista cultural, crítica de arte y ensayista. Fue profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Formosa.

Desde hace años se desenvuelve vocacionalmente como periodista cultural, crítica de teatro y artes, y publica frecuentemente en el diario La Mañana y en medios especializados como la revista Picadero del Instituto Nacional de Teatro, y revistas online de teatro. Es miembro activo de la Asociación de Investigación y Crítica Teatral (AINCRIT), y realizó seminarios relacionados con el arte dramática en diferentes lugares de Europa y América. Ha representado a la provincia de Formosa como especialista en teatro, en diferentes Festivales Internacionales.
Es miembro activo de diferentes publicaciones culturales del NEA, especialmente las revistas Nordesteatro y Culturosa. Fue jurado de festivales provinciales de teatro en la región Nordeste.
Casi toda su producción escrita se publica en los medios de comunicación.



La Habana después de veinte años: Impresiones de una argentina

                                                                                                        
Impresiones.
El taxi  antiguo, me lleva, raudo, por el camino que circunda el aeropuerto.  Brillante por fuera,  su interior  sorprende,  revela  cierta escasez de mantenimiento. Gente de color  por todas partes se mezcla  con los turistas. Su hablar cadencioso  suena como una  gozosa música. Los cubanos son gente alegre, simpática, cordial, educada. Después de más de veinte años de haberla visitado por primera vez, siento ansiedad por ver los cambios de este país.
El sol calienta como en el nordeste argentino y la cercanía del mar  tiñe la piel de una humedad pegajosa. La Habana, una ciudad atrapada en el tiempo. Casas  y edificios de corte colonial alternan con otros más modernos y s e recortan sobre un fondo celeste de irresistible belleza. La  vivienda, como la salud y la educación en Cuba han sido una de las principales ocupaciones de la Revolución Cubana de Fidel y del Che, pero hoy, el nuevo Gobierno de Raúl Castro, utiliza otras estrategias y se esfuerza por no abandonar  los logros de la revolución.
 Ceibas, palmas botellas,  palmas reales, flamboyanes, cedros, robles, chivatos en flor,  Santas Rita de varios colores, adornan parterres y jardines; son  especies    compartidas con  la flora latinoamericana. Algunos árboles parecen una escultura viviente.” Comarca sin árboles es pobre. Ciudad sin árboles es malsana”,  decía  José Martí, el más universal de todos los cubanos. Cuba lo practica. Por eso tal vez el  poeta de estas tierras, José Lezama Lima,  dirá “la palma es el supremo dictado en la perspectiva y la ceiba la cintura horizontal, nuestro más profundo sentido de la anchura.”
Un  descubrir lento recorre mi asombro al mirar este jeroglífico botánico de incalculable belleza que adorna las calles, las casas, los edificios, de una Habana renovada y al mismo tiempo colonial. Anchura y perspectiva, todo un símbolo de  esta  mítica ciudad, tan apreciada por argentinos.
La bahía.  El faro de la fortaleza de El Morro  se erige en el paisaje marino, de un azul profundo y  concentra casi todas las industrias de la ciudad. Anima la vida económica  a la vista del extranjero que la visita.

Artistas y Revolución

En esta Ciudad de La Habana, la Universidad de las Artes-ISA de Cuba a través de su Departamento de Teatrología y Dramaturgia de la Facultad de Arte Teatral realizó en mayo de este año 2013, el evento denominado Traspasos Escénicos/Encuentros -al que asisto en calidad de crítica e investigadora teatral- y que estuvo dedicado, esta vez, a pensar las relaciones entre el Teatro y Públicos en consonancia con los nuevos modos de producción y creación artísticas.
En las Jornadas se mostró el caudal de la experiencia de la Universidad de Sao Paulo, Brasil, a través de Flávio Desgranges, dramaturgo y director teatral, que marcó el camino de una pedagogía del espectador con su proyecto de formación de público. Las conferencias sobre políticas públicas para el teatro y los talleres teóricos-prácticos de Giuliana Simoes, junto a las funciones especiales de los Grupos teatrales de la Isla Secreta, Entropía Teatro y otros, fueron excelentes. En el cierre de las Jornadas el Taller de Reflexión sobre Arte, Pensamiento, Cultura e Intervención Social dieron un marco brillante, luminoso y rico a esta segunda edición de Traspasos Escénicos, en el que participaron Argentina, con Daniel Luppo representante de la provincia de Formosa.
¿Por qué se piensa hoy en la formación de Públicos en nuestros países? Fue la pregunta central que recorrió los días de las jornadas. ¿Qué es lo que está cambiando en nuestros públicos y en nuestro teatro? ¿Qué está cambiando en La Habana?
¿Es La ciudad? ¿Son sus edificios? ¿Su ritmo urbano? ¿Su gente? Es eso, pero algo más. Mi percepción va más lejos: es la mentalidad y la subjetividad de los cubanos la que está cambiando aceleradamente. Provengo de un lugar en el cual este pequeño país y su Revolución han desatado siempre grandes pasiones y posicionamientos ideológicos. Estemos a favor o en contra lo hemos mirado con respeto por su sacrifico, su resistencia y su gran dignidad, frente al bloqueo de su vecino del norte y otros avatares. Pero no escapa a la mirada del extranjero que su sistema económico y político ha dejado huellas profundas, no sólo en la edificación urbana, en las calles, en la música, en el arte, en la atmósfera de la isla, sino en el modo de vida de la gente, en el cuerpo, en la mente y en el espíritu del cubano, como no podía ser de otra manera.
Los artistas cubanos, como todos los artistas, provistos de esa sensibilidad especial que los hace muy vulnerables, poseen algo así como antenas suprasensibles, que les alertan- como a los elefantes la llegada de un tsunami- la inminencia de un peligro que creen será superior a sus fuerzas. Son el emergente de un cambio social, cultural, político y económico que se gesta a pesar de todos, que avanza y está hoy presente en medio de ellos, a partir del cambio de gobierno con Raúl Castro y pasado ya el período que los cubanos denominan “especial”. Presienten con recelos, tal vez que, como un torrente los arrasará sin miramientos, si no se preparan y reflexionan sobre ello.
Como actores de teatro además, no solo patentizan sus temores en la trama argumental de sus obras sino en la corporalidad escénica, en el mágico sentido del cuerpo del actor, como por ejemplo en la obra “Oración “del grupo La Isla Secreta con Lola Amores y Eduardo Martínez o en la obra El Jardín de los Cerezos representada por los jóvenes de la Escuela Nacional de Teatro, o del grupo Entropía Teatro con Claudia Tomás y Gabriela Griffit que mostraron el desgarro de una sociedad cubana atravesada por las utopías. Rápidamente pasan en el parlamento de estas actrices, dos mujeres comunes que arrastran conflictos en la escena, la Revolución Cubana, Playa Girón, Vietnam, Mayo del 68, la primavera de Praga, el Che, Mandela, Palestina, Moscú, Kenia, entre otros nombres, fechas y acontecimientos. Las actrices se mueven en el espacio desatando su rabia, su ira en la negación: “no hay dos mundos,” “no hay bloqueos,” “no tengo miedo a la ceguera.”¿El Hombre Nuevo existió? ¿Existirá”? -se preguntan. Escarban en la tumba de la abuela de una de ellas, mujer amiga del Che,” ¿Es esto la mujer que luchó por la Revolución”?”¿Es esto lo que queda?” La muerte, lugar de la nada dicen. Ganas de volar, de no pensar, de ir hacia el punto más alto de La Habana, y gritar que nunca hubo un Moscú, que nunca hubo dos monedas, que no hay pasado ni futuro, que el presente siempre está, y el proyecto. Descubrirán hacia el final de la obra, una gigantografía de la muerte del Che, a la que se acerca una de ellas, lo acaricia y le cierra los ojos. Metáfora final de una utopía. “No mires más, No abras la ventana “, solicita una, “Mañana me voy a la playa” dice la otra, como en tiempo real. Fin de la obra. Estalla en aplausos el público.
“Hemos descubierto, en nuestra investigación, a la Cuba secreta”; o “Todos tenemos nuestra Isla secreta” dirán los protagonistas de “Oración” del grupo La Isla Secreta, en la tertulia que siguió a la función en Cayo Hueso. María Zambrano, José Lezama Lima, Lidia Cabrera, Dulce María Loynaz, Severo Sarduy, serán las fuentes de investigación de este grupo.
En esta obra, los actores, con sus cuerpos aparentemente desnudos, bajo un ropaje extraño hecho con partes del cuerpo de decenas de muñecas entretejidas, puestas por encima de sus cabezas y sus espaldas, reviven la danza de la vida desde la inmovilidad del piso, que semeja la profundidad de la tierra. Las luces tenues se derraman sobre la escena fantasmagórica y sobre los espectadores, que, apretados en sus asientos forman parte del espacio escénico. Emiten sonidos guturales, raros, ásperos, roncos, agónicos, densos, como saliendo de las vísceras mismas de la muerte, y suben desde sus entrañas estremeciendo al espectador durante largos minutos mientras la música acompaña.
Dicen haber “transitado libremente por todos los estadios del ser” , sin pasado y sin mañana. Formas cambiantes, metamorfosis profunda, donde “todo pensamiento, sonido, expresión se funden.”Ideas de infinito, de finitud, de libertad, de dolor, de muerte y resurrección. Las palabras remiten a lo secreto de la isla en la investigación de estos actores, que buscan experiencias con grupos pequeños de públicos, porque no confían ya en las grandes masas. Van tejiendo en la artesanía del espectáculo, contenidos políticos ideológicos y han descubierto en la isla, en su recorrido por la ciudad, un universo secreto, dinámico, (los “kimbos”) poblado de seres arrojados de la existencia, cuya vida es ignorada por la ciudad. Y así es como hablan de la falsa conciencia, la doble moral, el espíritu y la materia entrelazados y fugitivos. Traspasan la dramaturgia de la obra y en parcos versos casi monosilábicos estarán y no estarán en el espacio escénico; parecen flotar en la atmósfera irreal de una danza de la libertad que se vuelve oración, que arroja a los actores a bucear en lo profundo de su propia subjetividad, a definir una realidad, como dice María Zambrano, inabarcable por la razón, en la arqueología de los propios cuerpos y el propio espíritu.
Luego participo de la cálida tertulia que siguió a la puesta en escena en Cayo Hueso, catarsis purificadora para los teatristas cubanos. Percibo que todo está cambiando en Cuba, transformación, mutación, saltos, metamorfosis.”El mar siempre picando en las espaldas” habían dicho los actores. Barre la arena, nutre, dispersa lo que está unido, vivifica, cruza inasible el armónico silencio de la vida y empuja devolviendo a sus orillas, recurrente, los objetos, las cosas, las personas como en un nuevo nacimiento, un eterno retorno.
La atmósfera purificadora del grupo me impulsa a rememorar la historia de mi país, y en ella mi propia historia. Pienso en un familiar y en tantos amigos presos en los años difíciles; en mi propia detención, en los desaparecidos, los muertos, los exiliados, los miedos, las voces acalladas y traicionadas, el regreso, las revueltas y movilizaciones de grandes masas. Veo las contradicciones de una realidad actual que nos aprisiona y nos detiene en la memoria permanente del pasado. El futuro incierto. Como los actores de la Isla Secreta, evoco al poeta cubano Lezama Lima en el Ángel de la Jiribilla: “Ángel de la Jiribilla/Sal de la Salamandra/agujereando el fuego, incansable/ Vigila las cenizas que retornan/Y sonríe/Sé el guardián del etrusco potens/ de la posibilidad infinita/Repite: lo imposible al actuar sobre lo posible engendra un posible en la infinidad/ Ahora ya sabemos que la única certeza se engendra en lo que nos rebasa.”

La formación del espectador.

Los brasileños Flavio Desgranges y Giuliana Simoës dejaron la expectativa de atender en los nuevos tiempos a la dramaturgia del espectador, a partir de la comunicación del Proyecto sobre la Formación de Públicos, llevada a cabo desde la Universidad de San Pablo entre 2001 y 2004. Se proponía ayudar a la elaboración de una política cultural que origine el futuro de Brasil. Fue pensado como un proceso continuo para San Pablo, que hoy cuenta con más de 50 centros educacionales, que son escuelas de teatro. Surgió como respuesta al vaciamiento de las salas de teatro desgranadas desde la década del 60 en tanto la televisión y sus redes, habían invadido los hogares. Hacían falta leyes que produzcan difusión teatral, lenguaje apropiado a los públicos y desarrollo de hábitos; proponer estéticas distintas a las de la televisión, el cine y otros medios. El desarrollo de la experiencia fue una conquista colectiva pensada para personas que nunca han ido a teatros y desde la idea que el silencio que requiere la degustación de una obra no puede ser policial se propuso hacerlo desde el nivel mismo del espectador, con artistas que se involucraron en el proyecto. Dio como resultado un teatro vinculado al perfeccionamiento ético de la vida, a la humanización del hombre brasileño, a la democratización del teatro con fines no sólo estéticos sino también éticos.
El debate posterior suscitó aportes que son asimilables a toda Latinoamérica. En Cuba, por ejemplo, dijeron los teatristas, que no es que no haya públicos, sino que hoy es necesario proponer no tanto un tipo de poéticas posibles para ver la realidad cubana, sino lo importante serán las relaciones de producción de bienes espirituales que ellas generan. El teatro puede posibilitar, como en Brasil, una rica experiencia de grupos que creen relaciones que rompan estéticas y estereotipos escénicos. Los cubanos se ven a sí mismos como ni tan diferentes ni tan iguales a otros pueblos, ven avanzar un fenómeno: las rupturas de la memoria. No se quiere recordar y van perdiendo espacios en las supuestas conquistas que les han generado contradicciones. El teatro es fundamental en esta tarea.
La pedagogía del espectador, no es un mero didactismo, sino es aquello que conecta, que traspasa lo escénico, que construye nuevas formas de relación del producto cultural que es el teatro con la participación ciudadana. De allí la importancia de atender a la dramaturgia del espectador que irrumpe en el discurso y el mundo íntimo del actor, le da un horizonte amplio que le confronta e intercambia significados y sentidos. Aproxima la obra al espectador, primero la vivencia y luego la comprende, que es el último acto de la experiencia artística, convirtiéndose así en un proceso creativo a partir del diálogo con el autor a través de su obra y su intérprete. Luego vendrá el retorno hacia sí mismo efectuando una “interpretación propia del mundo narrado” completando la vivencia estética.
Han perdido vigencia ya los discursos poético-retóricos, los políticos culturales, los debates públicos en la América del Siglo XXI. La crítica y el pensamiento teóricos han estado divorciados de los procesos de los pueblos y de los hechos culturales. Muchos saberes se han desconectado del conocimiento verdadero de una realidad dialécticamente cambiante en el mundo capitalista que vivimos. El teatro no es algo que está dado, sino que se crea permanentemente y en oposición al mundo de las cosas y productos culturales-tecnológicos de la civilización de nuestros días. Mundo que altera la sensibilidad y los valores éticos de hombres y mujeres con sus innovaciones artísticas. Así el teatro precisaba – dice Flavio Desgranges- representar un mundo pasible de transformación, que, como él, la obra teatral pudiera ser construida de otra manera para el espectador. La experiencia artística contemporánea llevará al extremo esa idea, presentándonos una obra abierta, que pudiese ser de-construida y fácilmente transformable por el espectador. Elaborada de ese modo, la obra teatral, se vinculará necesariamente a la construcción de sus realidades históricas.
Algo me desborda, me supera, me conmueve. Sigo una vez más al excelso poeta cubano, (Gracias Cuba por enseñarnos tanto) que me recuerda que “mostramos la mayor cantidad de luz que puede hoy por hoy mostrar un pueblo en la tierra.” Exorcizo mis propios fantasmas y los espíritus que sobrevuelan mi país; apelo una vez más al Ángel de la Jiribilla, diablillo de la ubicuidad, y trato de encarar la segunda parte de este escrito: el público ¿Cuál es la necesidad del teatro en las sociedades contemporáneas?
Por fin: creo haber percibido en los trabajos de los distintos grupos teatrales cuyas funciones se presentaron en las Jornadas un hilo conductor que los une: el dolor, el sufrimiento, la excitante duda si el camino de la Cuba de hoy es el correcto, la búsqueda de seguridad y firmeza, la renovación de la utopía, el olvido, la memoria, la culpa, el desencanto, la frustración, el dolor, la libertad, los valores, el desgarro de la diáspora, la alegría, el humor, la esperanza, el recorrido monstruoso e inhumano de los seres que buscan su destino.
Publicado originalmente en Teatro La Isla Secreta

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