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20150505

Contreras, Eduardo (1962)


Actor, director y dramaturgo, nacido en San José, provincia de Entre Ríos. Egresó en 1988 de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático ("Formación del Actor"), en Buenos Aires, a la que años después volvió como profesor de interpretación.
Como actor, realizó papeles en Buenos Aires, Resistencia y Formosa, compartiendo la actividad con personalidades como Lorenzo Quinteros, Alejandro Tantanián, Marcelo Bertuccio, Hemilce Isnardo y Guillermo Elordi.
Se desempeñó como docente teatral en Formosa, coordinando los talleres municipales a finales de la década de 1990. En 2000 participó del Programa de Fomento a la Actividad Teatral, impulsado por el Instituto Nacional del Teatro, mediante el cual realizó actividades de fomento en la localidad de Villa Escolar, donde coordinó y dirigió al grupo de teatro comunitario Ohú Chey Chalocué, durante más de seis años.
Por su labor en teatro, recibió reconocimientos por parte del INT y de la Universidad Nacional de Formosa.
Su obra se encuentra totalmente inédita, y una pequeña parte de sus escritos, caracterizados por la brevedad, lo reflexivo y el juego entre lo satírico y lo proverbial, fueron publicados personalmente en Facebook.
En teatro, realizó la escritura de las obras del grupo de teatro Ohú Chey Chalocué, El payé (2000) y El nudo (2004). También posee textos teatrales inéditos.

Obras como actor:

  • El organito (1985) 
  • Shakestamo. Revista sincrética y desarmable sobre textos de W. Shakespeare (1989, dir. M. Bertuccio)
  • Cartas conyugales (dir. Marta Serrano)
  • Salsipuedes (1992, dir. H. Isnardo)
  • El campo (1994) 

Obras como director:

  • El payé (2000)
  • La familia de Pepa Gómez (2001)
  • El nudo (2004)


La aporía de Von Bobera 

I

Von Bobera, era un catedrático reconocido, de los que escriben libros, de esos eminentes que arrancan aplausos. Perteneciente a la generación de profesionales, teminaba de dar una clase magistral sobre los Vacíos en la Aporía, o lo que estaría ausente en la confusión. No recordaba bien, lo que le pareció apórico y culpable, si durante el Cordobazo, él estaba frente a los caballos, o los caballos frenté a él. Von Bobera, sabía de cada palabra su procedencia, y era muy difícil modificarlo, ya que sublimemente enciclopédico trepó al Olimpo, y muy, muy lejano, en la fatuidad de su enojo petulante, escuchaba al resto del universo detrás de sus filósofos glúteos.
II
Von Bobera era hijo de un anarquista español, y de una madre a la cual Bobera se ocupó de aporizar al respecto, ya que Von, luego de obtener su doctorado en Psicología, se afligiría en anular, toda deducción tocante a lo edípico, para que los elementos freudianos, no sean usados por sus colegas en su estima, y de ese modo sería él quién se transformaría en el constructor de estimas calificando, fugándose asi de su destino bobero y enmudeciendo todos los francamente: ¡Que tipo pelotudo!
III
Donde Von Bobera existiera, la aporía lo acompañaba como una entidad, se sentía en un libro de Carlos Castaneda, al cual odiaba y lo tenía por adicto a la mezcalina. "Algo esférico y colgante", le dijo el taxista en aporía absorbente: "Me refiero al adornado arbolito, bobo"... Bobera, que patinaba por los mármoles de su Olimpo, como siempre sordo, sintió una crisis apórica, diarréica. Pensó: "¿Éste bruto me dijo bobo a mí?" Descalificó la ontología, y entró de pleno en un tunel místico-bíblico Pensó en sus postulados sobre el delirio religioso, se dijo: "Fue Satán", inmediatamente se acordó de sus maldades: "No, Dios cree que soy bobo, ¡y me lo enrostró!" Casi al vómito la voz del conductor, lo trasladó a otro rincón confuso, mientra frenaba frente a la casa velatoria, donde su padre José Bobera, el anarquista, dormía el sueño hamletniano...
IV
El señor La Aporía, soltó un colega Bobera, el atho de rinocerontes galenos psiquiátricos y catedráticos rieron de Von en su ausencia y seguros de su lejanía. Lo odiaban, y lo llamaban Von Bobera para despojarse de alguna manera, de tanta violencia pasiva que ejecutaba Bobera para arrinconarlos psicopáticamente, cuando reptil se veía amenazado, o simplemente paranóico estaba. Sin aporía, los ámbitos de la generación de profesionales son ruines, despiadados, con epítetos esféricos, y con las seguridades materiales, que corroen la integridad, y pueden hacer uso de la alitosis del odiado, para dominarlo u obliterarlo. Parecen los espacios de actores, o directores teatrales, también de escritores, donde el talento del semejante conspira contra tu inteligencia, sintiéndote de bobera, laucha, desgraciadamente pobre y lúcido. ¡Que aporía! Crueles, las joyas de la creación.
V
Bobera hijo, miraba a Bobera padre en el ataúd, desde la delgada línea roja de la aporía, confundiéndose la nada, mezclándose con el todo, en esa desbastadora síntesis que la muerte produce. Su padre, "el anarco", tenía una mueca burlona, se había salido con la suya, escupiéndole el negocio en la cara al cirujano, que lo operó al pedo. Bobera hijo en su fuero lloraba, porque lo amaba, y él se había transformado en la némesis ontológica de su anárquico padre. Sintió desde su marmóreo Olimpo, las risas inicuas del sus rinocerontes colegas, pero su enmascarada filosófica sería marcial, y terriblemente cosificante como para amedrentar a una yarará hambrienta. De ningún modo se mostraría vulnerable.
VI
Atilio Gómez, era un correntino feliz en el Día de la Felicidad, trabajaba de seguridad en el cotolengo escuela Bobera, y también tenía la aporía. Su concubina paraguaya, Ántia Bobadilla, le preparaba unos sanwiches de salame y queso bien gordos, muy "mbareté", o demasiados ricos o copados. Atilio la amaba, ella le rompía la esferas, como toda mujer, pero lo quería y todavía no lo jodía mucho, con comprar sillones. La aporía de Atilio, hasta donde él le daba esfera al cuadro de Freud, era que sin guardapolvos no podía embocar los grupos de locos, que para su correntina y norteña visión, los "sicólogo" y "siquiatra", estaban del cabrito completamente.
VII
Copérnica Zayas nació en Riacho He-He, y su padre, también del pueblo, y que quedó perplejo mirando las estrellas en el monte formoseño, en una noche de mucha pasión, le encajó Copérnica cuando la anotó, mas luego emigró al Paraguay. La aporía constituida en Copérnica Zayas, quien limpia y putea, se debe a no poder entender "cómo Bobera deja su popó en el inodoro siendo piscólogo". Copérnica Zayas no sabe de las asociaciones que sufre Bobera en el baño, además de hacérselo a propósito para joderla, ya que la formoseña le recuerda a su madre, volviendo la aporía en una entidad muy fuerte, de complejidades freudianas y pelotudas.
VIII
Bobera asociaba a su madre con Copérnica Zayas, tocante a lo cósmico. La argenta madre de Bobera, y José Bobera, chocaron en un bar, en la confusa Argentina, aporía eterna, de comienzos de los cuarenta, y teniendo un romance anárquico y fabril, de aporías sublimes, como todo amorío, inventaron a Boberita, instalándolo en su irrepetible ontología en menos de un año. Verónica, su madre, nacida en Pompeya, era una católica apasionada, y luego con el advenimiento de Evita, todo en ella jararquizó a un arrobamiento, que hasta a su mismo cura confesor, el Padre Alfredo, le daba confusión y terror. Verónica Ramirez de Bobera, comenzaba a enloquecer.
Borra 10
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo"; "No matar": Estos conceptos se repetían apóricamente en la mente de Verónica, la madre de Bobera, ahora de rodillas junto a la multitud, que imploraba bajo la lluvia helada, multiplicando los ruegos por un milagro, en la misa por Eva que construía un sacerdote antagónico de Francisco Franco, casi adosado al tótem blanco. En aquel momento del aciago destino argentino, volaban imprecaciones, deseos de muerte, también volaban súplicas, deseos de vida, formando una apórica espiritualidad, donde la locura de la señora Bobera, no encontraba ni la "Puerta Ancha", ni la "Puerta Angosta", era claro el odio. Finalmente la "Jefa Espiritual de la Nación", murió.
Borra 11A
Cuando la jefatura espiritual teminó, las espiritualidades quedaron huérfanas o, por qué no, apóricas y también desempleadas. La generación de Verónica Ramírez de Bobera, era la generación de la Alejandra, de Sabato, con las desvariaciones y contenidos genéricos, o "los mil naturales conflictos, que componen la herencia de la carne".
Verónica estaba con el "Climaterio", razón por la cual toda su veronicidad estaba potenciada, y francamente errante, hasta el extremo morro. Tenía instalado, la madre de Bobera, algo Himalaya, o la marrada idea de que Dios es un genio a disposición de los humanos, desde que vio "Él Ladrón de Bagdag", cuando (fue) niña, que entre otros berretines, le creó una costumbre quimera, de asistencia perfecta al Hipódromo de Palermo. Un domingo, muy agnóstica y desesperada, entró a un cine, a ver una de marcianos...
Borra 11B
Espeluznante, cósmico. Cuando Verónica salió planetaria de cine, se dijo mirándose en un vidrio: "¡Irrepetible!". Una madrugada de lunes, obscura como el mar sin luna, José Bobera dormía tomado de la mano de su esposa, que le había dado por levantarse a rezar en el patio, y que esto a José Bobera lo perturbaba en paranoias tuberculosas, soltó aporicamente apretando los nudiĺlos de Verónica Ramírez de Bobera, cuando roncamente dijo: "Niño Jesús de Marte, ¡salva a la patria de los malos marcianos, que conspiran para destruirla!"
11C
Bobera hijo se despertó confuso, sintiendo aporía al escuchar la máquina de coser, que su padre, el sastre José Bobera, usaba. Percibiendo la errante combinación en la hora, con el sonar de la Singer, se levantó asustado. En la mitad del patio, escuchó desde la pieza de sus padres, la teología de un Cristo marciano que su madre profesaba. Dio vuelta la cara y vio a su padre en calzoncillos cosiendo, mirando al mismo tiempo una hoja, un poema de González Tuñón, llorando y diciendo: "Puta madre, puta madre", mientras sableado, tullido por dentro, Bobera hijo, era arrojado, "dasain", sin ser consultado, arrastrado por el ruin destino, a ser el Doctor en Psicología, Von Bobera.
11D 
Los ruidos de las bombas de la "revolución libertadora", asustaban y hacian llorar bebitos a varios kilómetros a la redonda. Verónica Ramírez de Bobera, tenía cuando murió cerca de la Rosada, un sobretodo negro y una peineta blanca, estaba sobre todos los cuerpos en la esquina de la marciana Catedral, frente a la plaza. Y José Bobera, abrazado junto a su hijo, lloró, lloraron sin consuelo y no habia aporías, "Vero", "Madre", estaba muerta. Entonces los Bobera, desmantelaron la ciudad tristísima de Buenos Aires, y se mudaron a la Provincia de Córdoba.
*
"El talento, junto con la belleza, conviven pérfidamente con la atroz pelotudez, en una tibia y peligrosa esencia, conspirándose, y dándose reposo mutuo" (Von Bobera)
12
Estos son algunos títulos de las obras que el Doctor en Psicología, Bobera, escribió: "Picaportes y palos de golf", "La Psique Femme", "Recuerdos de Narciso en el vidrio del techo, dentro del telo". Sus libros de consulta obligada: "Trauma y Reuma" y su tratado sobre depresión: "¡Ve y juega a la ruleta!", y el multi vendido "El inconsciente no solo viaja en colectivo", y por supuesto, su postulado edípico furtivo: "Un Jesús marciano, la libido mitólogica en las apóricas argentas".
13
Marta, la esposa de Bobera, era también de la generación profesionales. Al recibirse de abogada, se volvió insoportable a lo largo del tiempo. Se sentía en un foro constante, apropiándose de la última palabra siempre, lo que generaba en la gente un deseo irresistible de partirle algo por el cráneo. No tenía aporía con respecto de qué parte estuvo en el Cordobazo. Su aporía estaba involucrada con un raspar en la olla de la vida compulsivamente. La vida es aburrida, y Marta, recurrente al pensamiento mágico, se compraba zapatos todas las semanas, mutando su lugar en el declive de Onganía, a la ideología de los equinos.
14
Durante el viaje a Córdoba, Bobera hijo observó cuantitativamente carteles de Cinzano, Gancia, Conti, postes de luz, vacas, caballos, carnicerías, matorrales, perros, analizó ontologías, que bajaban, que subían, que se alejaban, desarrollando una memoria enciclopédica, que aporizaba lo anormal, con lo surrealista. Su padre, que había bebido media botella de tinto antes de trepar al micro, tenía microsueños donde se confundían, cangrejos con retazos de telas tornasoladas.
14A
Negación y sublimación. La sublimación de la inteligencia enciclopédica de Bobera, se aporizaba con la negación del dolor, en la ruta del desarraigo. Su monólogo interior tenazmente seguía con el conteo ilimitado, de toda la fauna. Se acordó, asociando, hasta de las cabras del patriarca Jacob, algo de genética biblíca. En un momento, doblando el cogote para contar carteles de lata, en la mano contraria, escuchó la voz de su padre amonestándolo: "Jesús María, dejá de joder, de contarlo todo, parecés tu madre!". Jesús María era el nombre que su madre católica le puso a Bobera, luego de una discución bélica con José Bobera, el anarquista español. Qué aporía.
 INTERMEDIO
-Cualquier cosa... le dijo Jesús Bobera a su padre.
-¿Cualquier cosa qué? le preguntó en apórica respuesta José Bobera a su hijo, Jesús María Bobera.
-El nombre gilipolla que me pusiste.
-Mira que la gilipollada fue idea de tu madre... Le respondió con filo ibérico, José Bobera a Jesús María Bobera.
-¿De qué modo? dijo cáustico y filosófico Bobera menor al mayor.
-¿Eres astuto chaval?
-Seguramente...
-Lo que no es seguro entonces. José Bobera concluyó ruiseño: A mí, a mi culo español, niño...
-Me querés despistar papá, me doy cuenta...
-Bueno Sócrates, que astuto te pones, abre la ventana que hace calor. No ciérrala, entra olor a mierda de caballo.
-Se llama bosta papá.
-¿Quién..?
-La mier... Jesús María Bobera se dio cuenta que su padre estaba aporizándolo y confundiendo.
-En serio papá quiero saber.
-Bueno, pero no te enojes con lo que fue antes de que tú seas... Le dijo el padre al hijo clavándole los ojos. Resulta, siguió José, que una tarde tu madre empezó con el rollo de tener un crío, era verano, ya vivíamos juntos en la casa.
-Sí vivíamos juntos sin casarnos, y viva Federico Lorca también!, eres el Generalísimo..?
-Te enojas vos?
-No, no, tú te enojas, yo nunca me altero, sigo! Entonces ella me dijo que era católica y que no podía seguir así, que la tenía pataleando en el aire, que no la quería, que era un hijo de puta, que ella tendría un hijo conmigo y que le iba a poner de nombre Jesús María José!
-Y..?
-Y le dije que estaba loca, que no me caso, que no creía en papeles, curas, que sí creía en el amor, la libertad, y que ponerle tal nombre a un chaval era rematado. Entonces ella me dijo: Gallego, gallego cagón!, entonces ahí me enojé mucho, no por lo de cagón, sino por lo de gallego, y le dije: Me marcho.Y ella me dijo: Pero andate a España pelotudo sí querés, que me importa!
-Y qué hiciste?, le dijo el futuro doctor en psicología mirando hacia adelante y tenso.
-Mira Jesús María que te leo la forma, no me faltes el respeto que soy tu padre.
-Perdoná...
- Perdoná que cosa Jesús María José..?, le dijo José a Jesús, su hijo, instalando una aporía y poniendo una dilación al asunto mientras miraban un grupo de vacas pasar por la ventanilla del micro como en una cinta de cine.
-Una de las vacas era roja.
-No existen las vacas rojas papá.
-En España se vuelven rojas.
-Te pareció por el reflejo del sol, le señaló Jesús María Bobera a José Bobera, que miraba lejos y con gotas en las mejillas.
-Bueno sigo contándote chaval..., suspiró Bobera padre mientras se corría las lágrimas, y le dijo al hijo: Salí a la calle muy enojado con Verónica. En la esquina la empecé a extrañar y a la vuelta me moría, entonces en la otra esquina me di cuenta que sin ella no podía vivir y volví a casa desesperado.
-Y estaba cerrada la puerta?
-No, Verónica esa vez no llaveó ni puso las tres trancas. Entré y la encontré en el patio llorando, nos abrazamos y nos besamos mucho, más luego entramos a la pieza para industrializarte a ti, y cuando te fui a anotar te anoté, Jesús María y le mentí a tu madre, le dije que no me dejaron ponerte tres nombres, y mientras te daba la teta me revoleó un zapato por la cabeza.
El futuro catedrático se quedó duro y los labios se le pegaron pesados. El sol se fue escondiendo y el colectivo se quedó a oscuras. Fueron apareciendo ruidos corporales, sonidos óseos con ronquidos, se mezclaron olores de comidas con zapatos viejos. José Bobera se durmió rápido y a Jesús María Bobera se le apagaron los carteles de lata en su ábaco mental. También la fauna pampeana se fue escapando y en su conteo resbaladizo aparecieron luces de ranchos perdidos entre la noche con un poquito de luna. Jesús María se fue durmiendo con la representación mental del obelisco en su espalda. Cada lucecita que contaba tomaba forma de pepitas, de gemas espermatozóicas que danzaban con el fálico totem, hasta que por fin el cansancio lo durmió.

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